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Rally in Solidarity with the People of Honduras Organized by the Latin-American Solidarity Network

domingo, 17 de febrero de 2008

A PROPOSITO DE LA MARCHA DEL 4 DE FEBRERO

Paul Gutierrez

Aunque Marx sostiene que la historia suele repetirse dos veces: una como tragedia y otra como farsa, lo cierto es que la repetición exacta de un hecho histórico será siempre un imposible. El río del devenir impide inevitablemente que nos bañemos dos veces en la misma agua. La singularidad de cada momento histórico comporta situaciones, entornos culturales, personajes, intereses y movimientos sociales moldeados por las circunstancias para responder a las exigencias de su tiempo. Pero si bien los hechos nunca pueden repetirse de manera exacta, hay acontecimientos históricos que por la honda huella que dejaron en la memoria colectiva y el imaginario de los pueblos, permiten caracterizar y prestar su nombre para identificar, a manera de trauma, patologías sociales recurrentes.

Tal es el caso del fascismo. Enfermedad social y lacra política, cuyos síntomas pueden encontrarse en épocas y sociedades diferentes a aquellas que lo incubaron. Algunos estudiosos de la cultura se han atrevido a definir la praxis del fascismo como la organización de las masas mediante la tecnología de los medios de comunicación. No les falta razón. El fascismo y el nazismo fueron sin lugar a dudas los primeros movimientos políticos que visibilizaron las grandes masas urbanas, se acercaron a su psicología, entendieron su lenguaje y las capitalizaron políticamente con tal astucia, inteligencia y perversidad, que aun hoy sorprende su alcance y capacidad devastadora. El inefable Goebbels, supo utilizar el cartel, la radio y el cine para poner a marchar roboticamente a la que fue quizás la sociedad mas culta y rica de su tiempo. La construcción mediática del líder con rasgos de divinidad, es hoy una de las grandes herencias
del fascismo. Con todos estos medios a su favor, el nazismo y el fascismo fueron ricos en iconografías, símbolos y grandilocuencia. Todo esto para esconder la pobreza de sus proyectos políticos y sociales que al final se redujeron a permitir que sus cúpulas y familiares se enriquecieran arrastrando al estado a una corrupción sin límites.

Estas consideraciones surgen a raíz de la marcha del 4 de Febrero organizada desde los medios, los convencionales y los novedosos como Facebook, contra las FARC. Es curioso como en poco menos de dos meses se logro perfilar a las FARC como el gran y único enemigo en el imaginario de las masas urbanas colombianas. Compuestas por personas que nunca en su vida se han topado ni corren el riesgo de toparse con un guerrillero. Lo cual no es motivo, por supuesto, para no indignarse por sus acciones. Mientras que por otro lado se realizo una labor de ocultamiento con los paramilitares, esos si presentes en la cotidianidad de las ciudades y sus barrios populares. Con sus cobros de peajes y vacunas de seguridad, con el despliegue de su rápido empoderamiento económico, fungiendo como empresarios de centros nocturnos y negocios de prostitucion. Con su obscena presencia en el congreso, las corporaciones y los estrados judiciales, donde han confesado las mayores atrocidades y crímenes contra la humanidad.

No se trata aquí de hacer un exhaustivo paralelo entre la Alemania nazi y la Italia de Mussolini con el régimen de Uribe, aunque de hecho existan muchas similitudes. Pero si de subrayar con gran preocupación la creciente fascistizacion de la sociedad colombiana y la manera como intenta resolver sus contradicciones sociales. En la Colombia actual, toda posición diferente a la oficial se coloca por fuera de una relación dialéctica producto de la dinámica de las ideas y las luchas al interior de un mismo cuerpo social. Al no reconocer al otro como parte de si mismo en tanto producto de una historia común, hijo de un mismo país, se le convierte en amenaza exterior, susceptible de ser aniquilado sin escrúpulos.

Dentro de esta lógica, los guerrilleros ya no son colombianos. Tampoco sus defensores, y sin ir tan lejos, simplemente aquellos que cometan el delito de no marchar para condenar públicamente a quien se señale desde los modernos pulpitos como enemigo. Con ellos no hay reconciliación posible. Todos ellos atentan contra la idílica y perfecta Colombia de Uribe. Es gracias a este retruécano, repetido obsesivamente a través de los medios, que pueden meterse en el mismo saco a las FARC, a la Nicaragua gobernada por Ortega, a Chávez y al POLO. Así se va estrechando cada vez mas el circulo. A lo mejor dentro de muy poco tiempo, baste con no ser uribista para ser denunciado, vilipendiado, linchado o desaparecido…

Con el buen servicio que los medios le prestan al régimen, es apenas lógico el interés desmedido del uribismo por controlar las comunicaciones como herramienta para perpetuarse. La Comisión Nacional de Televisión es desde hace bastante tiempo un ente de bolsillo y desde ya se habla de la adjudicación de dos nuevos canales privados, noticia que ha iniciado entre los empresarios de la comunicación una verdadera competencia de genuflexiones.

Al observar algunos videos de la marcha quedamos conmovidos ante el despliegue de odio insensato no solo contra las FARC sino contra Chávez, el PDA, Piedad Córdoba y cualquier temerario que usara una camiseta diferente o lanzara una nota discordante. No queremos insistir en el paralelo expresado anteriormente, pero el odio y la sevicia demostrados, nos trajo a la memoria, con desolación, la jornada de terror contra los judíos a comienzos del régimen nazi, conocida como La Noche de los Cristales Rotos.

Queda recordar un poco a Roland Barthes cuando dice que las baterías del fascismo no siempre se organizan para censurar, entendida la censura como lo que impide decir. Pues al contrario, la mayoría de las veces lo que buscan es obligar a decir. Que otra cosa si no fueron la cantidad de consignas infamantes puestas en la boca de los marchantes.

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